El presidente Álvaro Uribe nunca ha distinguido a las personas por su condición social, económica o política; siempre ha privilegiado la honestidad, la capacidad de trabajar y el compromiso con Colombia. Esa Colombia que otros destruyeron con indiferencia, pero que él reconstruyó con autoridad, carácter y resultados.
Nació para hacer la diferencia, y lo hizo. En un país sitiado por el terrorismo, cuando los alcaldes despachaban desde otras ciudades por miedo, cuando viajar por carretera era un acto suicida, llegó un presidente que no le tuvo miedo a los violentos, que no le pidió permiso a la criminalidad para gobernar, y que jamás se arrodilló ante el chantaje de la politiquería ni de la prensa complaciente.


Ana Ligia Mora Martínez, exdiputada de Antioquía, exdirectora de Corantioquia, líder ambiental y quien también se desempeñó como secretaria de Medio Ambiente de Medellín, trabajó de cerca con el presidente Uribe durante años en el territorio. Lo describe con claridad:
“Uribe es ese tipo de ser humano que nació para hacer la diferencia. Y lo hizo desde la provincia, desde los territorios. No gobernó desde un escritorio, lo hizo caminando el país, escuchando al campesino, enfrentando al criminal, defendiendo al Estado. No hay una vereda de Antioquia que no tenga una historia de gratitud con él.”
Y no exagera.
Hoy, a un día de conocerse el sentido del fallo en su juicio —un proceso que muchos consideran instrumento de persecución política disfrazado de legalidad—, hay algo que no cambia: su ejemplo de servicio y amor por la patria. Mientras algunos siembran odio desde el poder, Uribe siembra respeto, trabajo y unión desde su finca, desde la calle y desde la historia.
Bajo su liderazgo se logró lo que parecía imposible:
Los homicidios cayeron casi a la mitad.
Los secuestros fueron reducidos en un 90%.
Las FARC sufrieron sus mayores derrotas militares.
31.000 paramilitares se desmovilizaron.
Se recuperaron carreteras, zonas rurales y hasta la confianza.
Mientras muchos se llenaban la boca hablando de “paz”, Uribe fue quien realmente desarmó estructuras criminales y devolvió a millones de colombianos la libertad de vivir sin miedo.
En lo económico, sacó al país del estancamiento y lo puso en la senda del crecimiento. El PIB creció, el empleo aumentó, la inversión extranjera se triplicó y millones salieron de la pobreza sin populismo barato. Las obras quedaron. Las cifras hablan. La izquierda nunca ha podido igualar esos resultados, y por eso lo persiguen.
En salud, su gobierno logró la cobertura universal. En educación, la cobertura superior pasó del 24% al 35%. En infraestructura, el país dejó de ser un potrero abandonado y empezó a conectarse por doble calzada, por sistema masivo, por vía férrea y fluvial.
“Yo vi con mis propios ojos cómo el presidente Uribe nos obligaba a pensar en grande, a ser eficientes, a gobernar con rigor y con el corazón. Él no toleraba la mediocridad, pero nunca dejaba de ser cercano, humano. Era el primero en llegar, el último en irse, y jamás olvidaba el nombre de un líder comunitario”, añade Ana Ligia Mora Martínez.
Pero quizá lo que más molesta a sus detractores no son sus resultados, sino su carácter. Porque no pidió permiso para tomar decisiones. Porque no hizo política con base en el Twitter de Gustavo Petro. Porque nunca se dejó manosear por las ONG del terrorismo ni por la prensa militante.
Uribe no conoce el odio, aunque lo han odiado con saña. No conoce el descanso, aunque lo han querido retirar a la fuerza. Y nunca se ha rendido, aunque muchos han apostado a verlo vencido.
En una eucaristía reciente, un sacerdote nos recordó el significado del nombre Álvaro: “Guardián de todos”. Y eso ha sido. El guardián de la seguridad, de los valores, del Estado de Derecho, del trabajador honesto, del campesino, del soldado, de la patria. Su liderazgo no se arrodilla ante las agendas progresistas ni ante quienes usan la justicia como garrote ideológico.
Para Ana Ligia Mora Martínez, su legado sigue intacto:
“Nos enseñó a trabajar sin descanso, a ser austeros, a amar a Colombia sin pedir nada a cambio. Si hoy seguimos luchando desde los territorios por un país con oportunidades, es porque él nos mostró que sí se puede. Uribe no fue solo presidente. Fue maestro. Fue guía. Fue y es el guardián de esta patria.”
Ayer, hoy y siempre, Uribe es ejemplo, es coraje, es decencia, es dignidad.
No solo fue el mejor presidente de la historia reciente de Colombia.
Es y seguirá siendo el Guardián de nuestra Patria.
Redacción NOTIRED360
