Laureles Patrimonio Vivo, Caminamos nuestra comuna 11 Laureles haciendo el recorrido que un día propuso el gran escritor Fernando González
Por Wilson Daza. Comunicador Social-Periodista. UPB
Caminar por las circulares, transversales, diagonales, avenidas y calles de los 15 barrios que conforman la Comuna 11, Laureles-Estadio de Medellín, es como emprender el mítico Viaje a pie que un día propuso el gran escritor Fernando González desde su Otraparte de Envigado.

Él, con su bordón, iría señalando con detalle los desgarramientos patrimoniales y culturales que han torturado a esta zona durante las últimas décadas.
Mostrará un resquebrajamiento en el sentido de rompimiento, de separación con el pasado, de aquello que reza que todo tiempo pasado fue mejor y la nostalgia aparecerá como el primer tinto de la mañana. Surgirá de forma inevitable la manida frase aquella de que ” si este es el desayuno como será el almuerzo”.
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Sería un viaje de liberación por lo perdido. Una catarsis sublime en la que el maestro de letras no tendrá cansancio alguno para echar a andar a pie con sus ojos radiográficos y develar las características topográficas y humanas de cada uno de los barrios que conforman ese territorio de Conquistadores, Velódromo, Laureles, Los Colores, Cuarta Brigada, Florida Nueva, La Castellana, Estadio, El Naranjal, Suramericana, Carlos E. Restrepo, San Joaquín, Bolivariana, Lorena y las Acacias
Valorará la vocación empresarial e industrial de una zona como Naranjal, un lugar donde talleres y parqueaderos se confunden con las pocas residencias que quedan en la zona, y admirará los nuevos edificios que ya han comenzado a rascar el cielo.
Del pasado, en ese lugar queda la Plaza de toros La Macarena que ya no tiene corridas ni oles ni toros y solo se usa para ofrecer conciertos de los cantantes de moda. Allí se ven, tal vez, los únicos vestigios de pobreza de una comuna que, en su mayoría pertenece a estratos Medio Alto y Alto: 4, 5 y 6.
En Suramericana saludará el Monumento a la vida del maestro Rodrigo Arenas Betancur y recitará con él la caracterización que el propio escultor hizo de esta obra maestra de la escultura paisa: “A nivel del agua está la calavera indígena, risueña y erótica, luego una mujer que levanta a un niño en sus brazos. Se observa entonces la mazorca de maíz en inmediaciones del vientre de la segunda mujer, que se convierte en fuego; en el extremo superior, el hombre que atrapa las estrellas”.
En ese punto solo le quedará respiro para hacer un recorrido casi ‘pasional’, es decir, por los pasillos repletos de libros de la Biblioteca Pública Piloto, un lugar emblemático del intelectual, bohemio y plano en arquitectura… el barrio Carlos E. Restrepo.
No jugará fútbol en el estadio ni nadará en las piscinas de la Unidad Deportiva Atanasio Girardot, sello emblemático del barrio Estadio, una zona comercial, deportiva y residencial hacia el occidente, donde el alboroto se arma por la gran oferta gastronómica que allí se ofrece.
No se perderá nada si no entra a Los Colores porque es como un barrio bonito pero en blanco y negro donde reinan los parques pequeños y vive la soledad. Allí espantan.
Con mucho resquemor saludará a la bandera en el Barrio Cuarta Brigada pero, de seguro, sí abrazará los ímpetus académicos de los estudiantes de la Universidad Católica Luis Amigó.
Cruzará la comercial carrera 70 y es posible que se tome una cerveza en uno de los tantos establecimientos que allí se asientan y, entonces, penetrará en la histórica zona del barrio Bolivariana, con la majestuosa UPB interrumpiendo su camino para darle paso al tránsito circular de ese territorio que después lo llevará a Laureles.
Claro que primero saludará la aún existente alegría y bullicio de los habitantes de San Joaquín y las muchas canas y años que reposan en las cédulas de los inquilinos y dueños de las residencias de Conquistadores. Es un barrio de tercera edad y los más jóvenes llegan tarde de la noche.
Dejando atrás el lugar donde estuvo ubicada la famosa Casa del Millón, demolida para construir un edificio, se sentará en uno de los dos parques de Laureles, mirará el tráfico vehicular y notará que no se ven esquinas porque el rumbo de los autos siempre es en semicírculo.
Allí tendrá hambre y comida es lo que le sobrará pues en ese punto los restaurantes sobran.
Bajará a la iglesia de Santa Teresita a reencontrarse con la historia por el carácter simbólico que tiene este lugar de Laureles para los habitantes de la zona. Subirá y casi pasará de largo por el barrio Acacias que, aparte de los problemas que tiene su parque, no le ofrecerá nada nuevo a sus ojos.
Cruzará la carrera 80 y se adentrará en La Castellana para observar los más amplios antejardines de toda la comuna: grandes, verdes y espaciosos, y la conservación de muchas casas de una y hasta dos plantas que fue el trazado original con el que los arquitectos diseñaron el mapa de ese barrio por allá por los años 40 y 50 del pasado siglo.
Se devolverá para pasar por Florida Nueva y Velódromo y encontrará que allí vive la tranquilidad, que las palomas que allí reposan son muchas, que no hay tantos árboles como en los otros barrios, pero que son dos territorios agradables y silenciosos.
La meta está cerca: Lorena, que también se llamó Villa Sofía, Los Chalets y hasta Mierda Caliente, es la joya de la corona. Ahí, junto al corredor de San Juan, fue donde nació la comuna 1, Laureles, con la construcción de unas pequeñas viviendas llamadas Chalets, de las cuales hoy sólo quedan ruinas, edificios nuevos y mucha nostalgia.
Al final, el maestro Fernando González, de a pie y bordón en mano, recorrió 15 barrios que albergan a 121.969 personas, más mujeres que hombres, y que tienen entre ellos vocaciones, historia y composición social diferentes.
Eso sí, lo que más notó el escritor y filósofo poeta de la vida es que ya escasea el sentido de pertenencia, ya poco se usa el término vecino porque el anonimato se ha colado en la zona. Percibió que sí hay mucho verde fresco en tantos árboles y parques de toda la comuna, pero que lo más importante está desapareciendo: el calor humano…
Él mismo sintió frío, se paró con su bordón y se marchó.