Laureles Patrimonio Vivo, Lo mejor que le pudo pasar al sector de Laureles en sus casi 100 años de historia habitacional fue que lo construyeran.
Y es que ese proyecto no podía ser más ambicioso, original, creativo, diferente y bello de lo que fue, incluso, desde la intención social de la Sección de Construcción y Habitaciones de la Cooperativa de Empleados de Antioquia que vio allí la manera de suplir la necesidad de vivienda de muchos de los obreros que comenzaban a llegar a las fábricas de la zona, algunas de ellas Tejicondor, Tejidos Leticia, Proleche, El Sacatín… y otras.
Esa relación entre empresa o fábrica y poblar la zona circundante a ella se dio de forma espontánea por parte de la Cooperativa, pero intencionada desde los dueños de las industrias que querían ‘amarrar’ a sus trabajadores ahorrándoles hacer trayectos largos para llegar al trabajo y que creciera en ellos un sentido de pertenencia por la zona.

En un folleto publicado por la Alcaldía de Medellín en junio de 2015 se hace la siguiente precisión sobre este momento: “El proceso urbanizador de la entonces llamada Otrabanda fue totalmente planeado y adelantado con la participación de distintas entidades y personas, cada una con sus técnicas y características, pero articuladas alrededor de un plano general y un modelo de ciudad moderna”.
Pedro Nel Gómez y un selecto grupo de ingenieros y arquitectos, entre los que estaban Horacio Longas, Giovanni Buscaglioni y Karl Brunnet, fueron los encargados de realizar el proyecto y fue todo un éxito: un trazado concéntrico donde predominaban las circulares, diagonales y transversales que se alejaban de su núcleo central… ¡A lo París!. Una Ciudad Jardín a inicios de la década de los 40 que se llamó la Ciudadela del Empleado y que, años después, por concurso público, cambió su nombre por Laureles.
Esto es lo mejor que le pudo pasar a la hoy Comuna 11. Que la construyeran y que lo hicieran bajo unos parámetros, reglas y condiciones completamente diferentes a como se había construido, en la otra margen del río, es decir el Centro de Medellín, en donde por la densidad poblacional optaron por los edificios y el trazado como si fuera un tablero de ajedrez.
En Laureles la orden fue radical: aprovechar lo plano del terreno para construir un barrio que se dejara caminar; con casas de, máximo, dos plantas; una vivienda con muchas habitaciones, solar, antejardín, garaje y un buen balcón. Un barrio verde, arborizado, ambiental y agradable, y que tuviera en cuenta tres elementos fundamentales: la higiene, la comodidad y la belleza, pero dándole mucha importancia a la arborización y los espacios libres. Todo se cumplió. ¿Qué más se podía pedir? Se convirtió, y todavía muchos piensan que lo es, en el mejor sitio para vivir en Medellín.
Así se hizo y fue muy bueno. Década a década, fueron naciendo otros caseríos que circundaron o rodearon esta ciudadela inicial hasta conformar los 15 barrios que hoy integran la Comuna 11, Laureles-Estadio.
Corrían los 40’s y el Plan Piloto que construiría la nueva Medellín comenzó a despegar en un vuelo tranquilo y duró casi hasta las décadas 50 y 60 donde se lotearon las fincas, se construyó la Ciudad Jardín y se le dio un toque especial y criollo a a las fachadas.
En los 60’s y los 70’s comenzó el auge industrial y se le dio un uso más residencial al suelo. Nacía una clase media que tenía muy buena capacidad de endeudamiento y esto permitió la construcción de estructuras híbridas, con frentes o fachadas muy personalizados.
En los Años 70´s y 80´s comienzan a llegar nuevos capitales y el espacio de la comuna 11 se empieza a diversificar y, se podría decir, se consolidan barrios de emprendedores como Bolivariana Conquistadores, Velódromo, Los Colores y el mismo Laureles. Es por eso que muchos garajes comienzan a ser usados como locales comerciales con fachadas muy suntuosas.
Y llega la época crítica… los 90’s. Es ahí cuando comienzan a desaparecer las fachadas tradicionales, se construyen las primeras unidades residenciales en edificios de muchos pisos, crece la densidad poblacional en la zona y aparecen nuevas estructuras de venta en la forma de Centros Comerciales como Unicentro que se inauguró el 6 de noviembre de 1991 y Obelisco que abrió el 26 de septiembre de 1990.
Hoy puede decirse que allí, en toda la zona, convergen la tradición y el comercio, la vivienda horizontal y la vertical que crece cada día más, la contradicción entre el silencio de Conquistadores y el bullicio y algarabía de la carrera 70.
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Las cifras no mienten: 562 viviendas de la Comuna 11 están dedicadas a algún tipo de actividad comercial, hotel, restaurante, casino, bar, parqueadero y otras.
281 viviendas se dedican a actividades industriales.
337 viviendas se destinan a servicios sociales, comunales y personales y existen aproximadamente 1.180 viviendas con algún tipo de negocio particular dentro de la propia casa.
Complejo, se perdió la razón original del nacimiento del barrio: la residencialidad, el lugar de la familia, el espacio donde se iba a criar los hijos.
Ahora, lo que sí es cierto es que el territorio se convirtió, por todo este proceso de uso del suelo, en uno de los puntos de referencia de Medellín en los cuales la intervención para la preservación del patrimonio arquitectónico de la ciudad se hacía necesaria, pero eso no se está cumpliendo ni haciendo.
Y no se cumple ni se hace porque las autoridades de gobierno, en los distintos períodos de los últimos 40 años, que es cuando comenzó a evidenciarse el deterioro del patrimonio de la 11, priorizaron dentro de este renglón, y destinaron los recursos económicos del presupuesto destinado para ello, a zonas como el propio Centro de la ciudad y a barrios como Prado Centro y Boston. Allá fueron a dar estos dineros. A Laureles lo hicieron a un lado. Lo olvidaron. El problema siguió creciendo y hoy ya es preocupante y grave.
En los últimos años, por la ineficacia de las Curadurías que expiden licencias de construcción a diestra y siniestra y sin desmadre, por el dinero fácil que todo lo compra, por la elevada densidad poblacional de la zona que va en aumento y hasta por el mismo sentimiento de agrado que despierta una comuna que se deja caminar, gozar y respirar… este territorio se volvió una compraventa diaria.
Muchas casas que constituían patrimonio arquitectónico cultural sucumbieron a las máquinas y retroexcavadoras y fueron demolidas. La propiedad horizontal se volvió vertical y llegaron los invisibles, los desconocidos, los N.Ns, los negocios de todo, el turismo descontrolado, la rumba incesante, los que destruyeron el tejido social y el sentido de pertenencia de una zona en la cual el vivir en comunidad y con sentido de vecindad fue una de sus características invaluables durante muchas décadas. Eso ya casi se perdió del todo.
Ahora no es así. A pesar de que se convoque desde la oficialidad a caminatas de reconocimiento del sector a pie o en bicicleta, o que, desde la Junta Administradora Local, que preside la señora María Elvia Villa, se halla intentado elaborar un plan de salvamento de lo que queda de patrimonio los resultados son infructuosos… no son los mejores. Por todos lados se ven los avisos de SE VENDE y los carteles amarillos inmensos de las curadurías refrendando los permisos para construir.
Sí. Es una comuna bonita, agradable, segura, verde, respirable, cómoda. Todo lo hay para vivir bien en Laureles: universidades, infraestructura pública, zonas verdes, vías, comercio y servicios, espacios deportivos y de fiesta, etc. ¿Qué más pedir? ¡Memoria! Memoria histórica. Olvidar la historia para cualquier sociedad es imperdonable y, casi seguro, ella le pasará factura algún día a los habitantes de este territorio de centro occidente de Medellín
Aquí, en la Comuna 11, la ficción no supera la realidad: Laureles está en venta… y hay quien la compre.
Por Wilson Daza. Comunicador Social-Periodista. UPB
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