Aproximadamente siete millones de respiraciones realiza una persona al año y aunque es un acto inconsciente puede incidir en nuestras emociones.
En promedio el humano vive 80 años lo que equivale a que respire una 560 millones de veces, un acto natural que ayuda a la conservación de la salud a través de la sincronización del “yo” con el todo.
Aunque es un acto que muestra simplicidad, en la realidad, es un trabajo complejo que realiza nuestro cuerpo y se adapta constantemente a condiciones ambientales fluctuantes y desafíos fisiológicos.
Cuando entramos, por ejemplo, en una situación de ansiedad, la respiración nos juega una mala jugada manifestándose como tos nerviosa, producto del sofoco que genera ese estado emocional.
La respiración activa la amígdala o epicentro de las emociones; si es lenta y prolongada se ajusta la rama parasimpática del nervio vago ralentizando el ritmo cardíaco y generando la sensación de calma; modera la activación del sistema nervioso simpático que es el causante de la liberación de hormonas del estrés, toda una solución sin medicamentos para cuadros de ansiedad y emocionales.
Cuando cambiamos la frecuencia respiratoria, cambiamos la forma de sentir y pensar influyendo en nuestro estado de salud. La respiración lenta y profunda nos traerá bienestar.
Por: Juan Camilo Alzate A.
Para comentar debe estar registrado.